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Cabrera: Mensaje de las piedras

10. EL HOMBRE REFLEXIONA SOBRE EL HOMBRE

Cochinada peruana "católica": no saben como editar libros: páginas 379 y 380 faltan.
Parece que ninguno se daba cuenta en 30 años de la existencia del libro...

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Presentación de Michael Palomino (2012)


de: Javier Cabrera Darquea: El mensaje de las piedras grabadas de Ica; edición privada, quinta edición 1991; avenida Bolívar 170, plaza de Armas, Ica, Perú. tel. 231933 / 234363;


10. EL HOMBRE REFLEXIONA SOBRE EL HOMBRE

Hace millones de años, hombres de una inimaginable sapiencia así como de una increíble antigüedad, procedentes de una humanidad establecida en un planeta del cosmos, llegaron a la Tierra cuando la vida en nuestro planeta se hallaba en evolución. Sabemos que provenían de su planeta situado en la constelación de Pléyades, uno de los cúmulos de estrellas que forman parte de más de cien mil millones de estrellas que componen nuestra galaxia, la Vía Láctea. Aun para los más grandes científicos de la actual humanidad resultaría imposible imaginar cómo esos hombres ubicaron a nuestro planeta entre la inmensa cantidad de cuerpos celestes que conforman nuestra galaxia. Y si no fuera por los que nos han informado las Piedras Grabadas de Ica respecto de la velocidad con que aquellos hombres se desplazaban por el cosmos, resultaría imposible aceptar que hubieran podido vencer la distancia de 20 millones de años luz que existe de Pléyades a la Tierra.

Aquellos poderosos seres humanos no arribaron a nuestro (p.373) planeta al final de una aventura. Probablemente sabían que más allá de la Vía Láctea, infinitamente más lejos y en todas direcciones había y todavía permanecen incontables galaxias que tienen millones de planetas, entre ellos tal vez muchísimos semejantes a la Tierra. Pero vinieron a la Tierra y generaron una humanidad, lo que nos hace pensar que su llegada obedeció a una misión cuyo centro de interés era nuestro planeta.

Los hombres forjados en la Tierra integraron una humanidad en la que cada quien se diferenciaba del otro por su capacidad y por la calidad y cantidad de conocimientos. No se piense, sin embargo, que los hombres que vinieron del cosmos establecieron los diferentes rangos cognoscitivos con el propósito de limitar egoístamente las facultades intelectuales de los hombres y aprovecharse así de ellos.

Los rangos eran necesarios por la diversidad de actividades que debían realizarse para la existencia del hombre, de modo que las diferentes funciones humanas servían a la humanidad en su conjunto. El ascenso de un rango cognoscitivo a otro exigía como requisito largos períodos de reflexión sobre los conocimientos recibidos. Así se aseguraba que el hombre, antes de adquirir un rango cognoscitivo más elevado, estuviera responsablemente compenetrado por propia experiencia de los conocimientos que poseía y de la importancia de la función que venía desempeñando. Los hombres sabían que todos podían llegar a alcanzar el nivel reflexivo y cognoscitivo de los hombres que los forjaron. No era, pues, un premio ni un castigo sino un derecho natural que se ejercía.

Indudablemente los que vinieron del cosmos fueron hombre reflexivamente mucho más evolucionados que los hombres que alcanzaron en nuestro planeta un elevadísimo nivel reflexivo. La prueba de ello está en que los hombres generados en nuestro planeta, no obstante el elevado rango reflexivo y cognoscitivo que alcanzaron, pusieron en peligro de destruir no sólo el planeta sino también el género humano. La situación precataclísmica y el cataclismo mismo fueron el resultado de la inferioridad en que los hombres de la Tierra estuvieron frente a los que vinieron del cosmos.

Pienso que los hombres que fueron hechos por (p.374) los arcaicos Hombres Gliptolíticos cambiaron la finalidad de su vida como consecuencia de que empezaron a utilizar el elevado nivel reflexivo y cognoscitivo alcanzado, en detrimento de los que ocupaban rangos inferiores. El móvil de este desnaturalizado uso del poder reflexivo y cognoscitivo fue el tomar como centro de interés de la existencia el goce de la vida material.

Si tomamos en cuenta que lo que los hombres que vinieron del cosmos imprimieron en la humanidad que generaron fue el desarrollo de la capacidad reflexiva para incrementar y conservar el conocimiento, el goce de la vida material significó una regresión hacia el estado de animalidad y, por consiguiente, el cambio de la finalidad de la vida humana. Con ello, la idea del goce material y el propósito del complacerse permanentemente en esa vida pasaron a ser ideales en los demás hombres y, por lo tanto, la aspiración de toda la humanidad.

Los Hombres Gliptolíticos, los que habían hecho hombres en el planeta Tierra, tenían el suficiente poder cognoscitivo como para obligarlos a seguir la verdadera finalidad. Pero no lo hicieron. Actuando como verdaderos hombres cognoscitivos, respetaron su decisión, porque sabían que obligarlos a recuperar el verdadero camino era un sometimiento y hasta una forma de esclavitud. Los Hombres Gliptolíticos sabían que el camino escogido llevaría a los hombres a su destrucción y con ello a la destrucción de la esplendente humanidad que habían forjado, pero también sabían que esa destrucción no sería total pues algunos hombres habrían de salvarse.

Pensando en los sobrevivientes y en la humanidad que resurgiría a partir de éstos en el futuro, mandaron grabar los mensajes que ahora nuestra actual humanidad empieza a conocer. La orden de grabarlos fue la única imposición a que recurrieron. Sabían que algún día, basados en que el género humano no se extinguiría, hombres de esa futura humanidad encontrarían los testimonios y algunos de ellos descifrarían los mensajes. Sabían, asimismo, que se comprenderían entonces los errores cometidos por el hombre y al mismo tiempo se sabría la verdadera finalidad de la existencia humana. Grabados los mensajes, los Hombres Gliptolíticos retornaron a su planeta.

A muchos millones de años de la existencia de aquella (p.375) humanidad, el cambio de la finalidad de la vida del hombre persiste. La actual humanidad parece haber llegado a la conclusión de que la naturaleza del hombre es fuente de actos negativos cada vez más imprevisibles y que por ello el hombre debe desconfiar de sus semejantes porque el hombre es enemigo del hombre [así viven el el loco Perú con su cristianismo "católico" que siempre dice que el hombre sería "malo", pero de verdad con la loca Biblia como libro de guerra racista contra todos que no son "cristianos" así son "malos" de verdad y matan como locos, no solo en el Perú, pero en todos los estados católicos locos]. De allí que en la actual humanidad se haya forjado un mundo en que cada quien en su deseo de alcanzar la felicidad, piensa y cree que debe hacerlo imponiéndose sobre los demás.

No es de extrañar por eso que en un mundo así forjado tenga cabida y validez aquello de que "el hombre es lobo del hombre" y que la frase "la lucha por la vida" haya adquirido un significado que jamás tuvo. Ya no se trata de esa lucha del hombre para dominar su habitat; ahora se trata, lamentablemente, de la lucha del hombre para dominar al hombre. Con esta concepción la humanidad actual ha establecido sus normas de vida para querer alcanzar paradójicamente la felicidad. Pero está muy lejos de alcanzarla. Enfrascada en aquella lucha de que está convencida, sólo llega a alcanzar medios incipientes para pervivir biológicamente. Lo otro, las elevadas formas de vida, aquellas que comprometen el cultivo de la reflexión y del incremento de la energía cognoscitiva - fuente de comprensión, solidaridad, amor - está muy lejos de alcanzarlo. Desconfiando de sí misma, la humanidad actual es una humanidad desesperada, egoísta, sombría, violenta [sobre todo los "católicos" son violentos como los locos con violaciones y matanzas sin fin], que no obstante temer a la muerte, genera la muerte.

El cultivo dela ciencia actual parecería ser signo de que nuestra humanidad se encamina hacia la reflexión y el conocimiento. Pero bien se sabe que tanto esta ciencia como la tecnología que de ella se desprende no pueden producir el bienestar que persiguen. Hombres de poder material utilizan los logros científicos y tecnológicos para dividir, atemorizar y destruir al hombre.

Sujeta a una vida exclusivamente material, nuestra humanidad empieza a delegar sus funciones reflexivas y cognoscitivas en la máquina. La máquina piensa por el hombre y el hombre se confía a ella. Con esto no hace más que apartarse cada vez más del ejercicio y del desarrollo de su potencia cognoscitiva y perder la confianza en el (p.376) trabajo intelectual. Este confiarse a la máquina tiene el propósito de valerse de los medios más poderosos para incrementar y conservar el dominio sobre la humanidad. Pero la elevadísima función de pensar, tan inherente a la naturaleza humana, en poder de la máquina somete al hombre a aceptar resultados que ejercen domino sobre él. Y como el hombre, a pesar de ser la criatura más perfecta que existe sobre la Tierra, suele errar en sus pensamientos, la máquina está sujeta a mucha mayor cantidad de errores. Y el mínimo error de la máquina puede conducir al hombre a tomar una decisión que implique la destrucción de la humanidad y del planeta. [p.e. la energía atómica].

La visión negativa que en nuestra actual humanidad se tiene del hombre no está de acuerdo con sus inmensas posibilidades de constituirse en un ser distinto, en un ser cognoscitivo. Los hombres que vinieron del cosmos y un gran e imprecisable periodo de la humanidad que generaron son los elocuentes ejemplos de lo que el hombre es capaz. La naturaleza del hombre no es, pues, el mal. La humanidad actual está viviendo un largo período de equivocaciones que atentan contra su naturaleza como consecuencia de que ignora la verdadera finalidad de la existencia humana.

El desarrollo de la capacidad reflexiva para incrementar y conservar el conocimiento constituye la única vía por la que el hombre puede elevarse hacia formas superiores de vida en las que la maldad y el egoísmo no pueden tener cabida. El hombre de la actual humanidad se ha sentido siempre presa del temor ante ese horizonte oscuro que constituye su origen y su pasado, por lo que piensa que ese horizonte es enigmático. Al mismo tiempo tiene ansias de conocer lo que hay más allá de su habitat planetario, y como por sus propios medios no puede conocer ni lo uno ni lo otro, llega a la conclusión de que ello sólo es posible para seres sobrenaturales.

Pero por las Piedras Grabadas de Ica nuestra humanidad empieza a tener conocimiento de aquello que consideró siempre un enigma insondable: su origen y su pasado. Y también por las Piedras Grabadas de Ica puede ahora darse cuenta de que si asume aquella finalidad de la existencia humana que caracterizó a la humanidad que vivió en la Tierra en (p.377) el más remoto pasado, puede llegar a tener conocimiento de lo que está más allá de su habitat terrestre. Los Gliptolitos han informado que para esto no se requiere ser un ente sobrenatural, pues para liberarse de las fuerzas que retienen al hombre en este habitat planetario es imprescindible como elemento esencial poseer la naturaleza humana.

Y que luego el cultivo permanente del desarrollo de la capacidad reflexiva y del incremento del conocimiento puede hacer del hombre un ente cuya energía cognoscitiva se desplace al cosmos y le permita conocer y producir fenómenos. Lo más formidable de esta proyección de la energía cognoscitiva, según informan las Piedras Grabadas de Ica, es la extraordinaria posibilidad que tiene el hombre de lograrlo sin que su cuerpo orgánico perezca.

No se piense, como podría creerse, que en situaciones como éstas el hombre tiene que convertirse en dos entidades. El hombre es siempre una sola entidad. Su energía cognoscitiva, por muy distante que sea el lugar del cosmos hacia donde se la proyecte, no dejará de ser un fluido ligado interminablemente a la masa orgánica, pero al mismo tiempo ésta no será una simple masa; estará, por lo contrario, impregnada de esa energía cognoscitiva, tal como una fuente energética que proyecta su fluido si toda ella está energizada.

Si bien los que vinieron del cosmos fueron reflexiva y cognoscitivamente mucho más evolucionados que los hombres, que alcanzaron el más alto rango de la escala que generaron, no fueron dioses sino hombres. Sus extraordinarias realizaciones hacen de ellos el modelo de lo que es capaz el hombre, Ahora que se sabe de ellos, y de sus logros, posiblemente nuestra actual humanidad se interrogue sobre su origen. ¿Fueron acaso los primeros hombres que han surgido en el Universo? ¿O tal vez, en un pasado que antecedió a su llegada a nuestro planeta, fueron generados por hombres mucho más evolucionados que ellos?

Sólo debo responder por ahora que estos hombres aún existen, y que así como el Universo es eterno, estos hombres son parte indesignable del Universo.

Pero las Piedras Grabadas de Ica no sólo nos han informado que aquel cultivo permanente del desarrollo de la (p.378)


[páginas 379 y 380 FALTAN]


[El gobierno loco peruano rechaza la herencia peruana de las piedras grabadas de Ocucaje y deja Cabrera y deja vender las piedras grabadas]

que un arqueólogo de prestigio halló unos ejemplares que probaron que las Piedras Grabadas de Ica no eran de hechura reciente, se pasó inexplicablemente a la incredulidad. Pero la incredulidad ha persistido a pesar también de que análisis de laboratorio de instituciones de reconocido prestigio han venido a demostrar que los grabados son antiguos, pues una pátina de oxidación cubre las incisiones de las piedras.

¿Qué pensar entonces de los empeños por demostrar que las Piedras Grabadas de Ica [de Ocucaje] son el producto de una artesanía local? ¿Y qué pensar también cuando luego de sostenerse esto se deja que los ejemplares que siguen saliendo de Ocucaje continúen libremente siendo objeto de comercio? Es como para creer que se quisiera hacer desaparecer las Piedras Grabadas de Ica con el propósito de que ya no pueda encontrarse un solo ejemplar cuando llegue el día en que se busquen los depósitos en que fueron dejados por aquella humanidad que existió en el más remoto pasado.

Y si esto fuera así, las únicas piedras grabadas visibles serían las del Museo de Javier Cabrera Darquea [en Ica, y las piedras con espacionaves están en el ministerio de aviación, preguntar en la cuadra 51 o 52 de la avenida Arequipa en Miraflores en Lima] y entonces se habría cumplido aquel torvo deseo de hacer creer que él las mandó grabar. Pero aun así, el inconcebible esfuerzo por ocultar las referencias que de esa humanidad vienen desde el más remoto pasado, habría sido inútil, pues aquella humanidad también dejó sus mensajes en objetos de metal, en ceramios, en cueros, en madera talladas, en mantos y también en conjuntos arquitectónicos pétreos y en el suelo ferruginoso de la Pampa de Nasca. Como si aquella humanidad hubiera previsto que se iban a poner en duda sus testimonios dejados en aquel material elegido por su duración casi eterna: la piedra.

Innumerables han sido los obstáculos, las presiones que han actuado sobre mi para que abandone estas investigaciones. Pero mi condición de científico, sensible a la evidencia arcaica del rastro humano más inteligente que habitó nuestro planeta, me ha permitido vencer y seguir venciendo los obstáculos que he encontrado a lo largo de casi diez años. Este empeño me viene por la convicción de que las Piedras Grabadas de Ica con el legado no de un grupo de hombres a otro grupo sino de una humanidad (p.381) a otra humanidad, la nuestra. No soy ajeno a que posiblemente se me opongan nuevos y más grandes obstáculos, pero mi compromiso de que la humanidad actual conozca plenamente los mensajes que encierran las Piedras Grabadas de Ica, impedirá que ceje en mi tarea. Mensajes ya descifrados en miles de horas de observación y análisis en los últimos diez años de mi vida desde que ingresé al mundo de los Gliptolitos esperan la oportunidad de ser dados a conocer.

Los mensajes de este libro tienen el propósito de introducir a nuestra actual humanidad a ese mundo que existió en nuestro planeta en aquel pasado tan remoto. Y es que considero que siendo tan radicalmente opuesto el camino que sigue nuestra actual humanidad, los mensajes del Mundo Gliptolítico deben ser entregados poco a poco.

Indudablemente, aún existen muchos más que esperan ser descifrados. Ello requiere tiempo y profunda reflexión. y no habrá obstáculo alguno por muy grande que sea que me impida seguir desentrañando los legados de la humanidad que habitó el planeta en aquel remoto pasado, aunque para ello tenga que emplear toda mi vida (p.382).


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