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Leyendas del mundo Mapuche

15. Leyenda del Lanín: un grupo de la tribu del cacique Huanquimil cazando un ciervo en territorio sagrado salió en el sacrificio de la hija Huilefun

El volcán Lanín
El volcán Lanín [1]
Un
                        ciervo andino (mapud.: huemul)
Un ciervo andino (mapud.: huemul) [3]
Mapa con la región
                        del volcán Lanín
Mapa con la región del volcán Lanín [2]

Un grupo de cazadores persiguieron a un ciervo en las alturas altas del volcán Lanín, y con eso el volcán no de todo fue de acuerdo.


presentado por Michael Palomino (2011)

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de: María Espósito: Leyendas Mapuches; en: Diccionario Mapuche mapuche-español / español-mapuche; personajes de la mitología; toponimia indígena de la Patagonia; nombres propios del pueblo mapuche; leyendas; Editorial Guadal S.A., 2003; ISBN 987-1134-51-7


Resumen: Un grupo de la tribu mapuche del cacique Huanquimil en el valle de Mamuil Malal al pie de la cordillera norte del Lanín estaba cazando a un ciervo que siempre subió más y al fin lo mataron y regresaron. Pero parece que fueron en una zona sagrada porque cuando querían cortar el cadáver del ciervo explotó el volcán con nubes y terremotos así el sol se desapareció y la tierra fue cubierta con cenizas. La machi (chamana) indicó para tranquilizar el volcán falta el sacrificio de la hija del cacique (Huilefun) en el volcán. Así un chico llamado Quechuan le acompañó y fueron subiendo en la lluvia de cenizas. Quechuan se enamoró y al cráter quería ser sacrificado también dándola besos. Pero el águila del volcán vino, agarró a la chica y la lanzo en el cráter - y el volcán se calmó para siempre.

<En las creencias mitológicas de los mapuches, todas las cosas de la naturaleza tienen un espíritu que las vigila y cuida. Por eso piden permiso cada vez que tienen que levantar una piedra, cazar un animal o cruzar un río. Cada montaña, también, tiene su dueño. Son conocidos con el nombre de Pillan. Su misión es vigilar - desde las altas cumbres - las plantas, los árboles, los animales y los ríos para que nadie los moleste.

El Pillan es un espíritu que protege a la naturaleza de los grandes abusos del hombre. Cuando el Pillan se enoja, provoca tormentas, derrumbes y erupciones. Y para tranquilizar la bronca (explosión) de un Pillan, en ocasiones se requieren sacrificios muy dolorosos.

La tribu del cacique Huanquimil vivía hace mucho tiempo en el valle de Mamuil Malal, al pie de la ladera (cordillera) norte del Lanín. Un día, un grupo de cazadores recorría el bosque persiguiendo los rastros (huellas) de un huemul (ciervo andinopatagónico). Decididos a encontrarlo, comenzaron a subir la ladera con rumbo a (en dirección de) un (p.273) manantial (fuente) de agua. Estaban seguros de que el animal iría hacia allí a saciar su sed.

Al llegar a la cascada, se ocultaron y esperaron en silencio. Después de un tiempo, el animal llegó al lugar y se puso a beber el agua transparente. Los muchachos apuntaron sus flechas, pero un ruido espantó al ciervo, que huyó rápidamente hacia la cima de la montaña. La persecución parecía no tener límites. Los cazadores estaban empecinados (duros) en cazar el huemul. Lo seguirían hasta la cumbre de la montaña si fuese necesario.

Y así fue. Los cazadores se separaban, subiendo por distintas sendas, para acorralar (envolver) la presa. A veces el huemul (ciervo) se detenía y luego, asustado, volvía a escaparse, siempre trepando (subiendo) montaña arriba. Ya estaban muy alto cuando lo atraparon. El ciervo quedó arrinconado (en el rincón), y manso (con tranquilidad) esperó el sacrificio. Así, los triunfantes cazadores pudieron clavarle sus cuchillos.

Una vez recuperados del éxtasis provocado por la caza, miraron a su alrededor y se precataron (se daban cuenta) de que no conocían ese lugar. Nunca habían subido tan alto. Cierta zozobra (miedo) los invadió. Entonces se levantaron y comenzaron el descenso, arrastrando el cadáver montaña abajo.

Al llegar a la tribu, fueron recibidos victoriosos. Nadie se imaginaba lo que sucedería. Antes de que el cuerpo del huemul (ciervo andinopatagónico) fue desollado (sacaron sus órganos), y su carne, deshuesada y salada, el volcán empezó a humear y a dar señales de que algo terrible podría ocurrir. Esa noche todos sintieron el temblor de la montaña. A partir de esa día, la angustia se hizo dueña de la tribu de Huanquimil. El humo nubló el cielo y no se vio más la luz del Sol, la tierra caliente temblaba bajo los pies de los mapuches, una lluvia de cenizas caía sobre los sembrados. De nada servían las rogativas (oraciones) a Nguenechen (el creador del mundo).

El cacique, desesperado, recurrió a la machi (chamana):

"¿Cómo podemos aplacar (reducir) la furia del Pillan?"

La machi se recluyó (se encerró) dos días para meditar. Cuando volvió de su retiro, nadie podía creer lo que estaban escuchando:

"Tan sólo una ofrenda tranquilizará al Pillan. Pide el tesoro más preciado de Huanquimil, su hija Huilefun."

La tribu rompió en llanto y en exclamaciones de dolor. La machi agregó:

"Debe llevarla a la cumbre el más joven y valiente de los guerreros."

En ese instante, un (p.274) muchacho llamado Quechuan se adelantó y dijo: "Yo la llevaré."

El cruel sacrificio debía cumplirse; si no, todos morirían en manos de la furia de la montaña.

Cuando llegó el momento de la despedida, todo era angustia. Entre lágrimas y gemidos (gritos) de dolor, cada uno de los integrantes de la tribu se acercó a Huilefun para darle el último abrazo y agradecerle lo que estaba haciendo por ellos. Después, Quechuan le tomó la mano a la muchacha y emprendieron el rumbo obligado: la cima de la montaña. Todos persiguieron con la mirada sus siluetas hasta que se perdieron en la oscura nube de humo y cenizas.

Quechuan y Huilefun subieron la cuesta del Lanín sin decir una palabra. Les faltaba el aliento (la respiración) por el esfuerzo, y de a ratos se sentaban a descansar sobre las rocas. A medida que subían, el calor se hacía insoportable, y el aire, cada vez más escaso. Tenían que taparse la cara con un manto para no respirar las cenizas que emanaba el volcán.

A mitad del trayecto, Huilefun no pudo más. Entonces, Quechuan la cargó sobre sus hombros. Así llegaron hasta el borde del cráter.

"Ya puedes volver", dijo muy bajito Huilefun. Quechuan no podía hacer eso; él estaba enamorado de la joven muchacha. Entonces, la bajó de sus hombros y, mientras la abrazaba con sus fuertes brazos, le dijo: "Yo me quedo con vos." Luego, besó los labios calientes de Huilefun.

Se sentaron juntos, abrazados debajo de sus mantos. De repente, un grito los exaltó. Era el poderoso cóndor, que se abalanzó (atacó) sobre la pareja y, de un zarpazo (golpe), arrancó a Huilefun de los brazos de Quechuan. Aprisionándola con sus garras, la levantó en el aire y la dejó caer en la boca humeante del cráter. Quechuan, asustado, corrió cuesta abajo. Al mismo tiempo, la ceniza se comenzó a disipar (desaparecer) mientras un aire húmedo y frío invadió la montaña.

Cuentan los mapuches más viejos que fue la nevada más grande de que se tenga memoria. Duró tantos días, que ya nadie recuerda cuántos. Así fue como la nieve cayó sobre el cráter y sepultó (cerró) para siempre su fuego milenario, enfriando la montaña para salvarla del incendio y cubriendo la tierra mapuche con su blanco color.> (p.275)



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Fuentes de fotos
[1] volcán Lanín: http://www.umdiewelt.de/Die-Amerikas/Suedamerika/Argentinien/Reisebericht-4176/Kapitel-25.html
[2] mapa con la región del volcán Lanín: http://www.laargentinadetodos.com.ar/mapaneuquen.htm
[3] ciervo andino (mapud.: huemul): http://www.lautaro-reisen.de/dias/land_der_extreme/index.html


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